jueves, 25 de diciembre de 2008
AUSTRALIA

La cosa va de... una aristócrata inglesa que, ante la sospecha de una infidelidad, viaja a Australia en 1939 para ir en busca de su marido, que está allí para vender un rancho familiar. En el viaje recibe una carta de su esposo que le dice que al llegar a Darwin pregunte por su hombre de confianza, un rudo aventurero que le recibe con una cierta tensión. Al llegar al rancho le comunican que su marido acaba de morir y que se sospecha que fue asesinado por un anciano aborigen que vive en las montañas.
Lo mejor... que tiene un metraje excesivo y, a pesar de ello, no llega a aburrir. Tiene un esquema clásico que recuerda a películas del Hollywood dorado en ambientación exótica, aunque el encanto en esta ocasión queda diluido en una mezcla rara entre tres bloques con estilos diferentes y no del todo bien ensamblados. Las escenarios son preciosos, la fotografía está cuidada, pero son pilares demasiado delgados para sostener una estructura tan enorme. Atención, por favor, al torso de Hugh Jackman: es una frivolidad, pero qué frivolidad...
Lo peor... su indefinición, con una mezcla entre western y romance en tiempos de guerra. Es una superproducción absolutamente convencional, que bien podría haber firmado un Ron Howard del montón, y no un Baz Luhrmann que tenía (¿tiene?) un cierto barniz de innovador visual. El final se comenta que fue impuesto por los productores y resulta manifiestamente mejorable. En general, sobran minutos y almíbar, y falta calidad. No es horrible, pero sabe a decepción.
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